
«Un campesino ocioso
a sus hijos ejemplo provechoso
de laboriosidad nunca les daba,
porque todo del tiempo lo esperaba.
Mil veces se reía
de un honrado vecino que tenía,
viendo sin complacencia
que aquel hombre pasaba la existencia
observando si el árbol que plantaba
erguido desde luego no se alzaba,
y apenas se torcía, disgustado,
le prodigaba todo su cuidado
no quedando tranquilo y satisfecho
hasta verlo derecho.
Los hijos del ocioso campesino,
que también se burlaban del vecino,
sus caprichos hacían
y sin pesares ni temor vivían,
porque no conocían la influencia
del cariño filial y la obediencia.
Faltos de esos afanes que prolijos
tiene todo buen padre por sus hijos
no hallaron más placer desde su infancia
que el engaño, el pillaje y la vagancia.
El padre, de severo haciendo alarde,
quiso enmendar los yerros, mas fue tarde.
Los hijos le escucharon distraídos
sin quedar de su culpa arrepentidos,
y el anciano no halló en su edad postrera
quien su cariño y protección le diera.
En tanto que el vecino, rico, honrado,
e vio por todo el mundo respetado.
Nunca el árbol torcido
dará sabroso fruto ni buen leño,
mientras el propietario inadvertido
no sepa enderezarlo de pequeño.»
Autora:Julia de Asensi
No hay comentarios:
Publicar un comentario